Acuéstate, cierra los ojos,

en breves segundos vivirás los sueños de Angus

Los sueños de Angus Scrimm: junio 2008

sábado, junio 28, 2008

Subjunktiv. Experimento A324YKU

Hola, mi gente. (A mi izquierda están situadas las primeras 11 letras y los dos primeros signos de puntuación de un post extraño).

Sé que no me conocéis, lo sé porque no hablo a los lectores de mi blog. Hablo, realmente, al futuro (quizás usted, a quién hablo en este instante, sea un madrileño común de 28 años en el 2012, gracias por leerme, por cierto).

He de decir, no digo, que escribo también a la curiosidad (póngase cómoda) del que entre y se pasee por mi rincón onírico dirigido [por alguien] para saber cómo es (o fue, puede que ya esté muerto cuando usted pasee por estas líneas) aquel que hizo aquello a esa persona que le ha enviado a mi esquinita.

¿Por qué lo hago? Porque sé que no sois ni seréis un elemento importante en mi vida, por esta razón reciclo alguna verdad que otra para que le dé el aire por aquí. Con qué fin, por paciente no me tomo y, por lo que sea, no espero nada que no pueda conseguir con mis manos o con mi esfuerzo.

Me presento como lo que soy, por apatía o por diversión lo hago, os digo que, y lo realizo sin rimbombancias, soy el chico de al lado de su foto. Allí está o estará siempre, encima de la repisa o en la pared colgando, en un cajón o en un armario, en el desván o en el sótano, en la memoria o en el olvido, en el disco duro o en un CD, pero le aseguro que siempre estaré al lado de su foto, eso es irrefutable, irrompible, imposible de cambiar.

Pues ya que habéis venido a conocerme, me presento con menor frugalidad: soy un mal sueño, puede que sea una pesadilla; soy 170 oportunidades y cuatro gritos que no salen de su habitación, pero que lo intentaron cada día, que quede claro. Soy peligroso, inestable, demasiado todo para resultar nada. Soy lo que no se debe ser, una mosca que a gaita silbante se ha convertido en cojonera. Soy una molestia, una pérdida de tiempo, una mala recordación es poco preciso; soy 800 millones de correos electrónicos muertos por ocupar espacio, soy yo, únicamente yo, soy yo, sí, el de la foto, la que está al lado de la suya.

Una característica, quizás, interesante para usted es mi afición por el desvanecimiento de la realidad. Para ello no leo, no veo, no recuerdo, ¿para qué?, prefiero desintegrarme en cuentos a eliminar la prosa de mi vida, por muy maquiavélica que pueda resultar. Me invento la apariencia o la traduzco, realmente no conozco la diferencia.

En este parágrafo termina el desajuste bajo morfología de presentación, hasta aquí llegó este sinsentido, este comienzo del libro, aquí finaliza tanto “este” y tanto “aquello”, aquí empieza algo que nunca se escribió, porque realmente esta entrada sólo tiene sentido para aquel madrileño común de 28 años que me lea en el 2012, esperando encontrar un porqué a una historia ya pasada. Pues sí, soy lo que fui y también fui lo que seré, un tío raro que escribe al futuro porque el ayer ya no da para más, está caducado, ya no vivo en él, sí, porque en él estoy muerto, en realidad, estoy inerte, ni respiro. Allí creo pelusilla, me pudro, dejo de ser a cada segundo que pasa (vivo en el estar), porque ya no soy, porque hablo del pasado, porque no sirve de nada cuando dejo de estar..., y me voy.

domingo, junio 01, 2008

Catatonia

En el recibidor estaba el aparato de radio que le había regalado Antonio. Ella venía del servicio con el rostro triste, se acercó, la encendió y, con suavidad, se deslizó hasta la sala de estar en donde le esperaba la misma soledad que le acompañaba desde hacía un par de hojas del calendario.

La radio hacía tiempo que no emitía nada, ella, ya agotada por estar sentada con un libro ilegible en la mano, decidió colocarse en posición horizontal sobre el sofá Pondichery, para después embutirse entre los cojines a juego, recostándose, a la vez que se cubría con una manta.

Un suspiro más tarde, ella miró a una pequeña y fina caja situada a unos tres metros de sus pupilas. La susodicha estaba acomodada sobre un librero convencional, cerca de la ventana que da a aquel callejón sin importancia. La caja fina no realizaba su función de ser inanimado, emitía sonidos extraños, los cuales ningún ser inteligente fue capaz de comprender nunca. El ruido se mezclaba con espasmódicos haces de luz que rebotaban contra los ojos verdes de ella, que pese al espectáculo, permanecían sobre silencios intactos, porque no sabía esperar de otra manera al devenir.

Poco después, escuchó como su despertador interno sonaba para ella. Decidió incorporarse, se notó enfermiza y débil, un leve mareo le recorría la nuca y le pisoteaba la frente. No soportaba su solemne aburrimiento, con las últimas fuerzas que tuvo, cogió el mando a distancia del suelo y le quitó para siempre el alimento a la caja.

Se sacudió por el pasillo a base de golpes metamorfoseados en ilusiones, todas acababan entre el techo y las paredes recubiertas de cal y sangre. Los glóbulos rojos salían disparados entre confeti hemoglobínico, los glóbulos blancos ya estaban colocados en paralelo y en fila india, un pasillo nupcial bello y triste desaparecía, tras sólo haber aparecido. Ella dirigía sus pasos por la catatonia en dirección al dormitorio, arrastraba los pies, su alma era un colgajo pegajoso a estas alturas de la tragedia.

Se tumbó en la cama, reposó su cabeza en la almohada y se arropó con la mano izquierda ya ensangrentada. Cerró los ojos, se adormeció, “un día más de normalidad”, pensó antes de dormirse, “por la mañana me esperará la muerte”, suspiró en voz alta para que nadie la escuchase, “no soporto la dilación”.

Al rato, como si nada, un gusano empezó a vivir.