En el interior de mi despertador interno
4:30 de la madrugada del 26 de octubre del 2005, noto el zumbido y el temblor inquietante de mi despertador interno. Me despierto mirando al reloj de pared, descubriendo en él la importancia de una buena cura de insomnio. Rectifico mi posición en esa cama, desconocida para mí hasta hace sólo tres días, adquiero una extraña posición fetal que consigue enriquecer mis reflexiones.
¿En qué pienso? Pienso en el dolor de cabeza impropio de mis desvelos, sufro solo. Pienso en la soledad de una habitación vacía. Pienso en el color ocre del planeta Venus.
En esa habitación vivo, pero no respiro, nadie me conoce, porque distinguen la inaccesibilidad de los temblores y zumbidos de mi despertador interno.
Reviso sin luz mi cuarto, veo que la persiana está bajada (debería subirla para que entre algo de luz, artificial aunque sea) la ventana está cerrada (debería abrirla para que entre algo de aire fresco, la no corriente de mi habitación es demasiado densa) la puerta está cerrada (debería abrirla, ya que así podría salir y entrar cuando quisiera), las portezuelas de los armarios están cerradas (debería abrirlas, necesito algo de ropa para vestirme y salir) los cajones del escritorio están cerrados(debería abrirlos, tengo un cuaderno, tengo un bolígrafo, tengo que escribir).
Miro al techo, no veo nada que llame mi atención, cierro los ojos, me quedo parado, no duermo, sólo respiro.
4:30 de la mañana, 26 de octubre del 2006, noto el zumbido y el temblor inquietante de mi despertador interno, miro al techo, cierro los ojos, sueño despierto, abro los ojos, veo el color ocre de Venus, cierro los ojos, respiro, duermo. Adiós.