Acuéstate, cierra los ojos,

en breves segundos vivirás los sueños de Angus

Los sueños de Angus Scrimm: julio 2007

domingo, julio 29, 2007

Intimidad


Emocionante. El gato se llama Porculio, el dedo y el que fue su dueño se llama Fran. Hay pocos videos que muestran a la perfección la relación de amor entre un gato y su dueño. Absoluta confianza entre ambos, formando una relación simbiótica perfecta. Cuando mi amigo le mete el dedo en la boca, no puedo evitar pegar saltos con los que rozo el cielo porque me es imposible encontrar nada más bello.

lunes, julio 23, 2007

Sinopsis agotada de un verano efervescente

Y de repente estoy aquí..., y no sé qué escribir. El trajín, el estrés, la vida desordenadísima, el típico trabajo que Chaplin criticó en "Tiempos modernos" en mi vida y alguna cosilla más que anda por ahí, han dinamitado mi inspiración absolutamente.
Me falta el tiempo para leer, para ver películas, para relajarme y para pensar tranquilo."Hamlet" y "Retrato de un joven artista" se mueren de risa ya que no les leo y los tengo en mi mesilla para mí solito cogiendo polvo.

Me consuela pensar que todo lo que hice, hago y haré (la abstinencia durará un tiempo aún) me compensa. Después de un año duro en Tenerife, estar tres semanas en Galicia con alta intensidad social patriotil me renuevan y no puedo prescindir de esta tradición; como no puedo prescindir de Madrid y del verano en él(¡bendita falta de tranquilidad capitalina!); de la semana en Viena, de la que veo que me espera en pantuflas, cómoda, a primeros de agosto, sólo escribiré en verso por la emoción que profeso; y de lo que puede pasar en Andalucía más tarde aún hay muchas incógnitas, pero a lo mejor logro descansar algo entre que busco piso en Barcelona y empiezo a aprender italiano para mi periplo en Turín, pero tengo que aprender rápido ya que tengo que volver a Tenerife antes de que se acabe el verano.

"¡Ciudadano del mundo!" oigo por ahí... Y lo que me queda aún por vivir..., sonrío pensando en mis dudas hace unos pocos meses ante este estilo de vida.
Sólo sé vivir así, agotado, cambiando ejes continuamente, aprendiendo y disfrutando de la diversidad. Después me llegará el bajón, echando de menos y cosas así, pero hoy me veo demasiado fuerte para desear otras vidas que no sean la mía.

lunes, julio 02, 2007

Carta en prosa que narra algo más que la historia de una despedida entre una caota y un idiota

30 de junio, 2007



Silke, cuando cruzamos la puerta y no encontramos en el panel de la entrada los datos de tu vuelo, me ilusioné, te lo reconozco, deseé que hubiera un retraso que nos diera un día más, o catorce horas, o siete horas, ¡joder!, por un par de minutos que pudiéramos haber aprovechado habría vendido mi alma al diablo, buen amigo mío en la mala época, por cierto…


Y de repente, al virar sobre una esquina, vimos que tu vuelo estaba programado, que no nos regalaba minutos, que nos los quitaba con un adelanto delictivo.


Facturaste y te despediste de Joaquín y María, “muchas gracias por todo, me alegra haberos conocido, gracias por acercarme al aeropuerto hoy, hasta pronto”. Empecé a llorar de nuevo, porque ahora me tocaba a mí decir “adiós” y “hasta pronto”, “buen viaje” y “suerte”, “nos vemos” y ese tipo de formalismos. Esta llantina fue diferente a las otras, mi niña, ahora era a mí al que le tocaba despedirse.



Silke, poco antes, mientras el calor nos abrasaba, mis ojos sufrían entre llantos que clamaban una pataleta que pidiese más tiempo a tu lado.


En los escasos minutos que nos quedaban juntos, me recuerdo llorando sin parar, compungido, libre de ataduras emocionales, feliz por haberte conocido, triste por contemplar tu marcha con asunción; me recuerdo pasando de la gente, de las vergüenzas y de la mala postura viril.


Como recordarás, mi niña, mis lágrimas caían rápido y explotaban en el suelo al verte organizar las cinco maletas que llevabas de vuelta a tu tierra; mis ojos limpiaban mi rostro ya que intentaba olvidar sin suerte la causa por la que estábamos en el aeropuerto, por intentar alejar de mi mente, sin éxito, tu vuelta a Austria.



Mis lágrimas en el aeropuerto no te sorprendieron, ya que antes me habías visto llorar en la despedida de Alberto, de Gon y de Estel; en el coche también lo hice al ver pasar los kilómetros y nuestra historia a la misma velocidad, en un repaso imposible de evitar.


También lloré cerca del aeropuerto del sur, cuando noté que entre mi piel se posaba la típica rugosidad de la tragedia, ya que nos quedaban menos de tres suspiros.



Niña, Joaquín y María nos dejaron solos por esas cosas de la intimidad. Subí contigo las escaleras mecánicas, allí te besé en los labios rápidamente, porque tenías que irte aún más deprisa, porque los pasajeros de tu vuelo a Linz estaban embarcando ya, porque no había tiempo que perder.



Y llegamos al control de seguridad, no podía atravesarlo. Caota, dejaste todo en el suelo y me abrazaste, me besaste, me pediste que dejase de llorar así, era demasiado duro para ti. Intenté hablarte con la voz rota en desconsuelos, procedente de un corazón en la misma situación. Por suerte, conseguí decirte todo lo que me había propuesto decirte, tal como tenía pensado decírtelo; intenté quitarte algo de presión por lo de irte a Barcelona en octubre, “si puedes, vente (me harás feliz), si no vienes, no te preocupes, lo entenderé, también me hará feliz saber que sigues tu camino en pos de tu felicidad”.


Y te volví a abrazar, y te volví a besar, pero en esta ocasión lo hice con la desesperación de las últimas veces, y me derrumbé como nunca, “te tienes que ir ya, mi niña…”.


Silke, no sé si te diste cuenta, pera la revisora estaba emocionadísima, nos miraba como quien ve y siente la historia en una película que va de un amor imposible o, como mínimo, difícil. Le diste tu tarjeta de embarque, “todo correcto, buen viaje” (¡mierda!).



Era el adiós real, te besé y te abracé por última vez antes de que ella te devolviese la tarjeta…, antes de ello besé a mi búho de la suerte, ahora que estaba depositado en tu pecho; también le pedí como encargo al último regalo que te hice protección para toda tu vida…,¿te acuerdas de lo que pasó después?…



…el tiempo se detuvo lentamente, noté que las partículas de polvo se quedaron estancadas alrededor de nuestro último abrazo, vi que nadie se movía, ni en el control, ni en la cola. Observé que nadie se marchaba, que nadie llegaba. (Gracias búho)



Silke, ¿recuerdas cómo te miré a los ojos?, éstos se movían nerviosos, intentando memorizar mis facciones. ¿Recuerdas lo que te susurré al oído sin perder la sonrisa?: “qué suerte la nuestra, el tiempo se ha detenido para nosotros, ya te dije que lo nuestro iba a ser bien tratado” ¿Recuerdas cómo te acaricié después las mejillas y te besé la naricita como tantas veces lo había hecho? Tengo una duda, ¿para finalizar te dije “te quiero” o “Ich liebe dich?”, por la emoción no me acuerdo demasiado bien de eso.



Allí, mi niña, con el tiempo parado contemplando nuestra despedida, decidimos recordar un poquito más, para volver a sentir el porqué de los por qué respecto a lo que estaba sucediendo.


Recordamos La Gomera, nuestra mejor época en el archipiélago, recordamos los minutos, las horas y los días que volaron hablando, caminando y riendo sin parar para plantearnos los inconvenientes que siempre conlleva empezar a quererse. También nos vino a la memoria las mañanas y las noches sin dormir allí, sabiendo que la magia no se repite fácilmente y por esa razón la debíamos aprovechar bien.


Como teníamos “no tiempo”, decidimos repasar nuestra primera playa solitaria, cuando estuvo iluminada, únicamente, por la luna de aquella noche de mayo en La Gomera, mientras el mar ponía la sinfonía adecuada para nuestra soledad en cinco kilómetros a la redonda. Poco después recordamos nuestro primer beso en esa hermosa noche, fue casi robado, casi infantil, al despertar de un sueño que se hizo realidad cuando me acerqué y te besé con dulzura, como una muñequita de porcelana que no quería que se rompiese por nada del mundo.


Silke, también recordamos las dudas de Tenerife, la adaptación a la pareja de tres, pero, sobre todo, recordamos más magia, más cariño, más risas juntos; viendo pelis, paseando, compartiendo la tostada o simplemente estando juntos durante las horas que pudimos hacerlo.




Recordaré siempre esta época, mi niña, siempre, siempre ayudándonos, siempre aprovechando el tiempo, siempre gastando eso de VIVIR, aunque sólo fueran dos meses, aunque supiéramos que estábamos alimentando sufrimiento futuro.



En el presente que vivíamos allí, en el aeropuerto, con la revisora congelada, aún con tu tarjeta de embarque en su mano, te besé lentamente, cada uno de las terminaciones nerviosas de mis labios aún recuerda ese beso, a los diez segundos me separé de ti con pausa, sintiendo todo, te miré a los ojos otra vez, aún estaba lo suficientemente cerca como para escuchar los latidos acelerados de tu corazón, inspire el último aire nuestro en un tiempo indeterminado…



…y cuando suspiré ya te habías ido con la tarjeta de embarque en la mano. El tiempo continuó su camino el treinta de junio, el impás llegó a su fin, eran las cuatro y los minutos comenzaron a avanzar.



Ya lejos, Silke, te vi esperar en el control. Pensé: “no me muevo de aquí hasta que deje de verla”. Gracias a la cola que había, los cinco minutos me supieron a gloria, te observé e intenté tranquilizarme.



Cuando te escapaste de mi campo de visión, me quedé durante un par de minutos apoyado en el cristal, me senté en el suelo y te escribí los dos mensajes que quería que leyeses sentada en el avión.



Mi niña, al poco tiempo me levanté y fui al encuentro de Joaquín y de María que estaban en el bar del aeropuerto como me habían dicho, allí les escribí a mis amigos y a mi hermano este SMS que me apetece que leas: “ Silke se está yendo a Austria en este instante. Las lágrimas han brotado como nunca por mi rostro. Pese al dolor actual mataría cien veces para vivir otra vez cada uno de los segundos que hemos vivido juntos. Vive. Quiere. Ama. Pierde. Siempre ganarás más que si te quedas parado viendo pasar la vida”.



Silke, mi niña, te fuiste y yo me quedé; dentro de un tiempo me iré de aquí, quedando zanjados nuestros lazos con Tenerife.



Mi niña, recuerda que el mundo es grande y la vida muy corta; gracias por dejarte llevar y por VIVIR en letras mayúsculas conmigo, gracias por estar ahí. Gracias por todo, me sacaste de la oclusión en la que estaba metido y por la que estaba estropeando toda mi vida.



Caota, en esta carta no me despido, con mi pluma mando yo sobre la realidad.



PS1: Por favor, cuida a mi búho, lo perdí de vista en carnavales y mi vida se torció, lo encontré de casualidad hace una semana, el destino quería que te lo regalase.



PS2: Cuídate y sé feliz; te deseo mucha suerte y que no olvides que los caminos se cruzan de vez en cuando y que espero verte pronto, en donde sea, como sea.



PS3: Por cierto, niña, ayer te vi en la luna cuando la miraste desde Austria, como dijimos que haríamos :-) estabas un poco despeinada por el trajín del viaje y también te vi un poco cansada por todo, pero te vi guapa, muy guapa, con el pelo recogido, como a mí me gusta tu cabello, para que se te vean tus bellos ojos azules, tal como te fuiste, tal como te recordaré