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Contra el amor
El amor no es raciocinio, ni relaciones intrincadas, ni conversaciones que coleccionan amaneceres sobre el porqué uno se quiere pero no cruza lenguas ni saliva resecada por el güisqui.
El amor no son palabras, son hechos factibles y demostrables. Puede que esté adornado por la seda del Himalaya de tus sábanas o quizás (lo siento, amigo) refleje cristales rotos en la mesa, captadores de hasta el más mínimo detalle de tu corazón. Pero se ve, se palpa, hiere a la vista o cicatriza heridas pasadas.
El amor no es una decisión que hay que tomar, es una palabra dada de reverencias eternas y sayos microlíticos. Es un impulso, un agarrar del brazo mientras el beso se acerca y te sorprende, puesto que es el primero de nuestra vida o el último de hoy, ya habrá más mañana.
El amor no espera nunca, se agrieta cuando por falta de lluvia acarreas el paraguas como si de una rutina se tratase, por si aparece la tormenta y te mojas, teniendo que asumir que amas y que no puedes evitar volcarte en él.
El amor no respeta al cobarde, lo suele abandonar. El timorato pierde oportunidades que se amontonan entre la ventana medio abierta y el alféizar, mientras sale el sol y allí, en la repisa, la colección de amaneceres aumenta, al mismo ritmo que te acuestas, duermes y mantienes el pacto con la puta soledad.
El amor no son palabras, son hechos factibles y demostrables. Puede que esté adornado por la seda del Himalaya de tus sábanas o quizás (lo siento, amigo) refleje cristales rotos en la mesa, captadores de hasta el más mínimo detalle de tu corazón. Pero se ve, se palpa, hiere a la vista o cicatriza heridas pasadas.
El amor no es una decisión que hay que tomar, es una palabra dada de reverencias eternas y sayos microlíticos. Es un impulso, un agarrar del brazo mientras el beso se acerca y te sorprende, puesto que es el primero de nuestra vida o el último de hoy, ya habrá más mañana.
El amor no espera nunca, se agrieta cuando por falta de lluvia acarreas el paraguas como si de una rutina se tratase, por si aparece la tormenta y te mojas, teniendo que asumir que amas y que no puedes evitar volcarte en él.
El amor no respeta al cobarde, lo suele abandonar. El timorato pierde oportunidades que se amontonan entre la ventana medio abierta y el alféizar, mientras sale el sol y allí, en la repisa, la colección de amaneceres aumenta, al mismo ritmo que te acuestas, duermes y mantienes el pacto con la puta soledad.
Soñado por Angus Scrimm el lunes, septiembre 08, 2008
es verdad, el amor sólo quiere valientes.. pero es casi imposible seguir siéndolo al segundo o tercer golpe.. entonces crees amar, pero has sustituido ese amor por una territorialidad en la que no dejes que te encuentren tan facilmente...
Gracias. Estuve a punto de llorar pero después me invadió un no sé que...
Hay quien dice que solo se ama de verdad en el primer amor, cuando es todo nuevo, cuando solo tienes inocencia en el cuerpo.
Amar también es sufrir. O a lo mejor es que yo no soy tan valiente como me creo...
Preciosa entrada, pero me temo que ni tú ni nadie está capacitado para sentenciar sobre lo que es o no es eso que tu llamas amor. A ver, ¿por qué no puede ser (también) raciocinio y relaciones intrincadas y colección de amaneceres? ¿por qué no palabras y sí eso que tan mal suena de “hechos factibles y demostrables”? Lo que tú denominas cobardía, bien podría ser realmente una muestra de valentía que sobrepasa lo normal... Y lo que para ti significa perder oportunidades, en ocasiones podría ser aferrarse a ellas sin rendirse ante la colección de amaneceres ni dejarse amedrentar por lo que lo convencional y/o natural imponen como correcto.
Un abrazo sentido(en serio).