Tambores de guerra

Hacía ocho meses que no lloraba…

Al fundirme en un abrazo con mi madre hace unos minutos, no pude evitar lo que no deseaba impedir, llorar por ella, llorar por nosotros, llorar por mi familia que nunca será lo que fue, linda poesía sobre la reconstrucción de la soledad que rima versos de independencia.

Estoy en Andalucía, mañana viajo a Barcelona otra vez porque desde ahí parte un avión a Viena el viernes a mediodía. Lo miraré de lejos primero, después lo observaré por dentro, luego..., amigos, bueno, lo de después es otra historia que ya os contaré

No sé decir adiós. Mi falta de habilidad en este menester suele acomplejar, al mismo tiempo y sin distinguir valores, a la tristeza y a la emotividad, cuando se les convoca en acto de presencia. Durante un tiempo, vi positivo la interminable ubicuidad de mi alma, causa que, inocentemente, creía que me imposibilitaba en el arte de dejar sitios y personas de facto.

De por mí es sabido que, sin prepotentes reflexiones, para muchos de vosotros, mis desplazamientos por el hemisferio norte ya os ningunea el interés, ya que como gallegos, andaluces, canarios, catalanes residentes que sois, no notáis la más mínima diferencia entre que yo esté en Tenerife, Lugo, Málaga, Barcelona o Jaén, o que me vaya a Viena a calentar el globo terráqueo por amor, sí, amor, no nos engañemos, me voy por eso.

Recuerdo el primer día que salí fuera de España hace 6 años, fue a Portugal y me sentí otro. Acaricié la dulce sensación de estar y no estar, de ser y no ser; me picó la curiosidad y ahí, irracionalmente, comencé a recorrer el camino de Viena que ahora ando. Desde ese momento, lo ya vivido me empezó a saber a demasiado poco, a carne relamida y provista de escaso gusto, desde ese instante necesité moverme y válgame Dios que lo hice.

Dejando carestías aparte, creo que debo despedirme de la única forma que sé…, no despidiéndome. Aquí os describo una emoción a la espera de que la sintáis.

Para quiénes estáis algo despistados, lamento notificaros que esta partida es diferente. Me marcho para no volver, aunque existe la posibilidad de que el destino provoque mi rotación a estas tierras españolas, os comunico que mi objetivo es no regresar a este país como digno residente, y sí como estimable visitante ocasional. Quiero desterrarme voluntariamente para cumplir mi meta; codicio vivir en un exilio amoroso hasta que el régimen desaparezca o alguno de los dos contendientes decida vivir en democracia, o se atreva con aquello del comunismo utópico, repartiendo el amor, por consiguiente.

No me voy con Beca limitada por el espacio y el tiempo; ni por estudios que algún día acabarán; ni con trabajo chollo que marque mis idas y venidas a golpe de contrato; simplemente, me voy, ni más ni menos, sólo hay un por qué ( PORQUE LA QUIERO) y el resto son interrogantes (¿¿¿¿¿?????).

Os deseo mucha suerte para los que os quedáis (todos).

Acabo a golpe de tópico como de si un timbal se tratase, arrieros somos y en el camino nos encontraremos..., ojala sea así, ojala.