Devenir concienzudo…
En ese viaje onírico me encontré con duendes malos de patas cortas; hablé con trasgos inteligentes de mirada boba; disfruté con la presencia de brujas buenas, algunas de ellas eran bellas como la alegría de un niño sin preocupaciones, otras eran feas, como la tristeza de un niño con canas en el alma y bastón en el porvenir. También compartí experiencias con orcos somnolientes, atiborrados de sedantes inservibles para sus preocupaciones siempre despiertas.
Este viaje de empedrado onírico comenzó soleado, con los rayos del astro rey iluminándome la cara, mientras me calentaba un poco los sentidos.
Al poco tiempo de mi partida, comenzó a llover burbujas de agua. En las burbujas atisbaba tormentas lúgubres y temporales de carácter advenedizo, pero yo seguía llorando sueños despiertos, sin parar de soñar ni un segundo necesario, necesario para secarme las lágrimas que crearon demasiadas expectativas, y también demasiados surcos en mi cara.
Un día, cuando el amor se acercó a mi piso, con las maletas repletas de la ropa imprescindible para las cuatro estaciones, me convertí en un soñador a tiempo completo. De vez en cuando, ahora que ya no amo, pero sigo soñando, revivo los recuerdos de mi vida presente con una buena dosis de realismo. Es agotador estar entre las dos aguas estas, provenientes de la cloaca de la experiencia.
si sigues soñando, poe te lo está diciendo: seguirás viendo llover burbujas de agua, caer lágrimas de cristal, sonreir diamantes por dientes.
Es agotador, pero puedes mirar al sol a los ojos. Las brujas serán siempre feas.